martes, 6 de diciembre de 2011

CENTRO COMERCIAL





Sobre las altas cristaleras, un cartel con gigantescas letras rojas dice
CENTRO COMERCIAL EL GRAN GASTADOR.
Las grandes puertas correderas, no paran de abrirse y cerrarse por el
constante intercambio de personas entrando y saliendo.
Es el mes de Diciembre, la planta baja del centro comercial es un reflujo
de gente, un sombrío oleaje rebosando vida.
Rostros femeninos mirando los escaparates donde los vestido se exponen
en maniquíes de cuerpos estilizados y los jersey descansan sobre imaginarios
copos de nieve y serpentinas que como adorno que decoran los mismos.
La expresión arrobada de las caras de las mujeres y la expresión anhelante
de los niños, con sus caritas pegadas a los cristales de las tiendas de
juguetes y golosinas.
Bajo toda esa armazón de hierro y cristal, escaleras eléctricas y pasarelas
fluye la vida en un interminable ir y venir de personas.
Una señora, con abrigo verde y altos zapatos de tacón negros, lleva de la
mano a un niño, moreno de pelo rizado, grandes ojos negros, que se
agrandan aún más, al ver a Papá Noé. Un enorme muñeco de cartón piedra,
que ocupa una gran superficie en el centro del pasillo por donde caminan.
Suelta su mano de la mujer que le acompaña y corre hacía el, sin escuchar
los gritos de la señora que le llama y que se pierden en el zumbido del
sonido que retumba como un río crecido.
La mujer corre tras el niño resbalando y cayendo al suelo, de manera que
un pié queda debajo de su cuerpo. El gesto de dolor refleja el quejido que
sale de su boca.
Su cabeza, se mueve de un lado a otro buscando. Hace un esfuerzo por
levantarse, su cara demuestra con el gesto que algo anda mal, y sigue
sentada en el suelo, esperando entre un corro de personas que intentan
ayudarla.
Por las escaleras mecánicas, que se ven al fondo bajar dos señores con
uniformes grises y que lucen una placa en su solapa en la que se puede
lee SEGURIDAD EL BANCO ROTO. Se acercan con paso firme hacía el lugar
donde la señora se encuentra, con gestos de suficiencia, alejan del entorno
a los mirones e intentan levantar a la mujer, pero esta les indica que no es posible, su cara y las lágrimas que resbalan por ella dan nota del alcance de su dolor.
Uno de los guardas, habla por el teléfono móvil mirando a su compañero,
este conversa con un señor, que por sus gestos indica una dirección del
pasillo, al que se dirige sin decirle nada con un andar rápido...
La gente se sigue caminando entrecruzándose entrando y saliendo
de un comercio a otro y parándose cuando llegan a la altura donde la mujer
sigue en el suelo.
El guarda de seguridad con aspecto de preocupación, intercambia miradas
entre la puerta principal y la dirección por donde se ha ido su compañero,
sin moverse del lado la señora accidentada.
La llegada a la puerta principal de una ambulancia relaja sus facciones, observa los movimientos de los sanitarios entre la gente y como al llegar a su altura se acercan a la mujer amablemente y comienza a atenderla. Habla con el que a la llegada se presenta como jefe, una mujer mayor entrada en carnes, con un uniforme que no deja lugar a dudas a que cuerpo pertenece, un pantalón rojo, una camisa del mismo color, luciendo en la espalda una cruz roja sobre fondo blanco. Durante unos minutos conversa con la doctora, "ese era el cargo que figuraba en la plaquita que ésta lucía en el pecho". Ella asiente con la cabeza, él se va por donde hacia unos minutos había desaparecido su compañero, su mirada pasaba de unos a otros, entre la oleada de gente que no deja de fluir como una corriente marina. Miraba en los comercios por donde iba pasando, Su mirada se dirigió a una juguetería, donde se distinguía la silueta de su compañero, con un niño de la mano, riéndose delante de una Play Station que marcaba The End.
Esperó la salida de estos del establecimiento, uniéndose a ellos de vuelta, hacía lugar donde habían quedado atendiendo a la señora los servicios de la Cruz Roja.
Al llegar al lugar la señora estaba sentada en una silla de ruedas con la pierna vendada, su cara había cambiado, el color había vuelto a ella y una sonrisa se formó en sus labios, cuando vio de la mano del guarda al pequeño que sonreía.
El niño se soltó la mano, corrió hacia ella, mirando con cara de extrañeza a las personas de la Cruz Roja que la rodeaban. La doctora coge al niño en brazos habla con él, y le deja en el suelo revolviéndole el pelo con la mano. En el suelo el niño salta y grita, agarra la silla de ruedas, la empuja, ayudado por un enfermero hasta la salida... Su carita tiene pintada la alegría que le produce subir a la ambulancia.

La Reyna Roja

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