¿Qué puedo daros?
¿Qué puedo daros yo si ya no tengo,
amigos, otra cosa que el despecho
y la amarga dureza de este lecho
y el haz de huesos en que me sostengo?
Saber adónde voy, de dónde vengo,
desmenuzar mi vida trecho a trecho,
no me concede apenas el derecho
de hurgar en la raíz de mi abolengo.
Y es que, después de todo, en esta vida,
regalo de carácter inconcreto,
laberinto de oscuros callejones,
apenas se ha de oír la bienvenida
y quizá sólo Dios sepa el secreto
de este andar con el llanto en los talones.
Ángel Cazorla Olmo
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