Crees que creas dicha en la torre
que tu cierras, para que nadie vea
que el cielo la ilumina lentamente,
dejando su sombra fijada en la niebla,
donde beben las nocturnas luciérnagas
e iluminan la noche en la tiniebla.
La torre transparente, a la noche regala,
los pétalos marchitos de los rojos claveles
que sembraste en la arena salada de la playa,
regándolos con lluvia rociada de vino
y en la lluvia del vino te escondes como amante
dichoso por que no tienes ni fin ni muerte.
Abre la puerta, deja que salga la vida,
que pueda saciar su boca con la miel del beso,
que sube con sal, arena, pétalos marchitos,
desatando los hilos que la atan al cielo
abre, déjala pisar la tierra seca
que la sombra de niebla despeje su horizonte.
No hay dicha en una torre que se cierra,
a la luz del beso, al la vida que la niegas,
el vino amargo que la ofreces amante,
desgrana su amargura en la torre que cierras,
llora, llora en la noche que teje telarañas
cerrando en ella, la luz del día para amarla.
La Reyna Roja
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