“EL”
Enjugando el sudor de las mejillas
sin dejar de correr por la espesura
del bosque, sintiéndome atrapada
por el grito que llegó a mis oídos.
Arropada en el miedo
mi cuerpo fue a caer en la maleza,
de mi pie,
se hizo dueño un dolor insoportable
que me dejó abatida.
Un ruido atroz me despertó
y de nuevo el horror cerró mis ojos
“el” estaba allí
devorando un jabato y por sus fauces
un hilillo de sangre le caía,
en el suelo de nuevo quedé inerte.
Me despertó el pestilente aroma
de su boca encima de mi cara
sobe un lecho de hojas
cubierta con la piel de un animal
y sus ojos de fuego
que con temor me contemplaban.
La Reyna Roja
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