AMOR HUNDIDO
Nuestro tiempo de amor lo arrastra el agua,
se lo tragó la mar recién nacido,
tu cuerpo en mí prendido
como el ancla no existe sin la fragua.
Testigo fue, fugaz, la inquieta orilla
de los días vividos tras tu quilla.
La proa, conduciendo un ideal,
nos marcaba su estela más cabal.
El Iceberg como un Titán flotante,
cruel maleficio del rencor helado
paraliza la suerte en un instante.
Hoy tu barca te aleja de mi mundo,
las brisas han cesado,
el ocaso me sume en lo profundo
y las olas me apartan de tu lado.
La Reyna Roja
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