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Muere el amor y el hoy se desvanece
en las brumas del incierto mañana,
hora -pasada, presente, cercana-
un ardiente y fugaz crisol parece.
El reloj del tiempo se acuna y mece,
con la pena sutil y algo liviana
en la nada fría -ambigua y lejana-
en que todo pasa y desaparece.
Es como las aguas bravas del río,
corre serpenteando hasta su final
dejándote desesperado y frío.
No llega nunca a su fase terminal
rueda, muere y su fin... da escalofrió,
¡finalizar amor, no es original!
La Reyna Roja
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