sábado, 28 de enero de 2012

HA SIDO UN BUEN DÍA




HA SIDO UN BUEN DÍA


Hace una hermosa mañana, estamos en la puerta del parque de La Fuente de Berro, cerca de  casa como cada mañana, Carlos ha llegado tarde, “como casi siempre”. Somos amigos desde que  nos trasladamos a vivir al Barrio, hace unos doce años.

  -Buenos días Juanito. ¿Cuanto tiempo llevas aquí?
  -Mira que gracioso. Sabes que no me gusta que me llames Juanito -todos los días te tengo que esperar- Anda vamos a dar una vuelta por el parque, hoy no tengo ganas de ir a la Universidad, no me encuentro con ánimo.   ¿Nos  sentarmos un poco cerca de la valla que da a la M30?

 El parque a esta hora está solitario, el silencio deja escuchar el graznido de los pavos reales que lo habitan. De vez en cuando alguno cruza por donde nos encontramos. El olor a césped recién regado invitaba a sentarse en el, y la paz reinante deja libertad a imaginación.

  -Ey, ¿tienes un cigarro? Uffff estoy tieso, no tengo ni para un paquete de tabaco, no me he atrevido a pedirle hoy dinero a mi madre, siempre se está quejando, -con esto de la crisis-  tiene la respuesta preparada. No se puede gastar tanto, no aprecias el valor del dinero. ¡Qué pesada!
  -Toma coge, me dice Juan con la mirada perdida en el horizonte, divisando Torre España y su antena que señala el cielo azul de Madrid.
  -¿Qué te parece montar alguna gorda y salir en la tele? pregunta mi amigo,
  -¡Anda loco! Vamos a darnos una vuelta y por el camino trazamos un plan para pasar el día.  Si quieres vamos dando un paseo hasta Sol, a ver que se cuece por el camino, -me gusta tanto pasear tranquilo por la ciudad viendo escaparates-  me comenta.

Comenzamos nuestro andar calle arriba, es temprano, hay poca gente por la calle, los comercios están empezando a abrir y el trafico es intenso. -Huele el aire a tierra mojada, ese olor peculiar que sube del suelo cuando llueve- ¡han regado! Nos paramos en seco delante de una tienda de caza y pesca, mirando  la colección de armas que se ve a través de los cristales. Una flamante pistola de aire comprimido, -perfecta, daba el pego- a simple vista parecía una mágnum de verdad, sólo un experto las diferenciaría.

 Cruzamos nuestras miradas, ambos estamos pensando lo mismo, nuestras sonrisas delatan que nada bueno corre por nuestras cabecitas.

Entramos en la tienda, Carlos se dirige al mostrador entreteniendo a la dependienta con su verborrea, mientras yo cojo disimuladamente la pistola guardándomela en la parte trasera del pantalón,  acoplándome bien la camiseta. Me acerco a mi amigo, que está pidiendo a la dependienta  que le muestre un carrete que hay a su espalda, ésta se vuelve a cogerlo. Veo que Carlos está espabilado y se guarda un cuchillo de campo que está en la vitrina del mostrador. Miramos el carrete y comentamos, que lo sentimos pero no es lo que buscamos. Tiro del brazo de Carlos, salimos al exterior, -la suerte no deja de sonreírnos-  pasa un taxi, le paramos para salir cuanto antes de la zona.

  -¿Dónde les llevo? Nos pregunta el taxista.
  -A Sol, le contestamos convencidos. Vamos callados, viendo  el tráfico a nuestro alrededor, mi pensamiento está y creo que el de mi amigo también, en cómo pagar, mi amigo no tiene dinero, si pagamos el taxi nos quedamos sin blanca. Cuando éste para, se me ilumina la bombilla, señalo a  a Carlos con la mirada el sitio donde tiene la pistola. Nos bajamos sin prisa, comenzamos a caminar, el taxista nos grita por la ventanilla ¿Eh, quién paga la carrera? Le miramos con cara de ¡Qué dices Pringao! Enseñándole a nuestra recién adquirida amiga, le comentamos con sarcasmo, ésta…

Corremos hacía el metro, cogiendo el primer tren que llega, -está lleno-  es la hora de ir al trabajo.
   -¿Y ahora dónde vamos?
   -Yo creo que debemos bajarnos en la primera estación, esto está demasiado lleno, -me agobia-. Hemos comenzado bien el día, es hora de ver nuestro próximo objetivo.

  Nos apeamos en la siguiente estación, Gran Vía. Buen terreno para nuestro objetivo de salir en la tele, una calle llenita de comercios. Miramos al alrededor, vemos nuestro próximo destino. Una farmacia 24 horas, -con un poco de suerte todavía tendrán la recaudación del día anterior en la caja-. Caminamos despacio por la acera para no despertar sospecha, miramos el interior, comprobamos qué tipo de seguridad tienen y cuanta gente hay, ¡sólo una señora! Entramos decididos y nos dirigimos al mostrador.

  -¿Qué deseáis?  Nos pregunta la dependienta, cuando nos toca, con una sonrisa forzada en la boca.
   -Una caja de condones, le pedimos descarados, devolviéndole la sonrisa.

Carlos, saca la pipa sorprendiéndole cuando vuelve con la caja en la mano.

  -Danos todo lo que haya en la caja,  no hagas el tonto pues somos de bala fácil. Ésta obedece sin rechistar, está bien aleccionada. Mi amigo, vigila la calle para asegurarnos la huida, pensamos que con eso todo está controlado, "qué ilusos" no hemos visto al farmacéutico que sale de la rebotica.

  -¿Qué pasa aquí?  Dando un tirón del dinero que la chica sujeta  en la mano, salimos corriendo escuchando tras nosotros gritar:
  - Policía, policía! Que alguien los pare. ¡Ladrones, ladrones!

Corremos como galgos detrás de un conejo, metiéndonos en la primera boca de metro que vemos. Cuando nos sentimos seguros en el vagón, respiramos más tranquilos.

  -Carlos, -pregunto- ¿No te parece raro que no nos haya detenido nadie con los gritos del farmacéutico?
   -No,  yo llevaba la pistola en la mano, por eso la gente abría paso.
  -En que lío nos hemos metido, todo ha empezado como una broma y ahora a ver cómo acabamos.
  -No te preocupes, ya ves, no nos ha seguido nadie.

Nos sentimos seguros. Nuestro objetivo ahora es, alejarnos lo máximo posible del lugar de los hechos.

  -¿Lugar de destino? Pregunto a mi amigo. Próxima parada, Príncipe Pío -suena la megafonía del vagón-

-Aquí mismo, hay un centro comercial muy guapo en el que poder fundir la pasta.

 Bajamos con la alegría de tener en el bolsillo una buena carga: el dinero, la pistola y el cuchillo. -Todo conquistado en unas horas-.

En el Centro comercial, el vacío es casi absoluto, solo una pareja que se debe haber equivocado de sitio. -No ven el pasillo, sólo se ven ellos y sus arrumacos-.

   -Vamos a tomar algo, que con la caminata se me ha abierto el apetito y además, no he desayunado, pensaba hacerlo en la Universidad.
   -Yo también tengo hambre. ¿Entramos en este bar? Parece que tiene buena pinta.
   -Si, que me muero de hambre, -Aquí mismo.

 Nos sentamos esperando que la camarera nos atienda, de repente, escuchamos una voz que procede  de un walky -No hemos visto que en interior hay un guarda de seguridad-Se ha producido un robo en una farmacia de Gran Vía, dando la descripción de los dos asaltantes, que no somos ni más ni menos que nosotros.

Saltamos de las sillas emprendiendo la huida, el segurata nos ha reconocido, dando nuestra situación y corre detrás de nosotros.

 Las sirenas de la policía suenan en la calle. -No podemos escapar-, solitos nos hemos metido en la boca del lobo.
 -¡Alto, alto,! grita el segurata esperando que le obedezcamos. Pero nuestra intención no es la obedecerle, queremos al menos una detención de película… Esa era nuestra idea cuando en la mañana hemos comenzado la odisea.

-¡Alto!, sigue gritando el guarda. En un afán de protagonismo, Carlos saca la pistola y le apunta. Éste al verse amenazado desenfunda el arma disparando. Mi amigo cae al suelo, un charquito de sangre se va formado a la altura del muslo.

Me arrodillo llorando.
  -Le has matado, grito al guarda. Pero mi amigo entre quejas y risas me dice.
  - No es para tanto solo ha sido en una pierna. ¿No te había dicho que quería hacer algo para salir en la tele? Pues ya está,  ahí los tienes.
  -Me doy la vuelta hacía donde él mira, viendo venir corriendo a la policía y detrás de ellos con la cámara al hombro un equipo de T.V.


de La Reyna Roja, el sábado, 28 de enero de 2012 a la(s) 9:38


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