Ellas trabajaban en el despacho de Bruno, abogado de prestigio en la zona norte de Madrid.
La oficina la componían tres salas. Una era el despacho de Bruno, amplio con unos grandes ventanales por los que la luz sol entraba a raudales. Un sofá negro de cuero, una mesa pequeña de fumador con un bonito juego de elefantes de marfil decorándola, una mullida alfombra de nudo en colores ocres y burdeos, un ficus en un rincón, con hojas grandes y brillantes, una lámpara de pie que representaba una mujer en mármol con un cántaro sujeto con una mano en la cabeza donde estaba colocada la bombilla y la otra mano en la cintura. En el centro una mesa de grandes dimensiones en madera de caoba. Encima el expediente que estaba examinando para el juicio al que tenía que asistir al día siguiente y un sillón de dirección también en cuero negro; Completaba el despacho una gran estantería repleta de libros donde te podrías perder consultando.
Una sala de juntas, con una mesa grande en el centro y varias sillas colocadas alrededor, completando el decorado un tablón donde había varios papeles colgados con chinchetas.
La tercera sala era el despacho que ocupaban la secretaría y la pasante.
Completaban el recinto, un comedor reducido donde había una cafetera de filtro de papel, un frigorífico, armarios, una encimera de color blanco, una mesa blanca en el centro con varías sillas y una pequeña pila de acero. También los correspondientes wc. de Sras. Y Caballeros.
Melisa y Coral, recogieron las mesas, apagaron los ordenadores colocaron los papeles en las bandejas negras que se hallaban a la derecha de las mesas. Estas estaban colocadas una frente a otra, de manera que se veían y comunicaban con facilidad.
Coral se acercó a la puerta del despacho de Bruno y guiñándole un ojo le dio las buenas tarde y se despidió hasta el día siguiente, salió poniéndose el abrigo pues era invierno y hacía mucho frío fuera. En la calle se reunió con Melisa que se dirigía al aparcamiento donde dejaba el coche cada día, Coral se quedó en la parada del autobús. Cuando ya perdió de vista a su compañera volvió sobre sus pasos a la oficina donde Bruno la esperaba como otras tardes.
Entro en el despacho, se acercó a él por detrás echándole los brazos al cuello besándole en la nuca, donde sabía que a Bruno le gustaba especialmente. Esta vez él no reaccionó. Coral llevaba tiempo notándole frio, pero lo achacaba a su estado de ánimo ya que su salud había sufrido un duro golpe, no era el mismo desde que sufrió un infarto cuatro meses antes.
Estás muy tenso le dijo, sabes que debes relajarte, no trabajar tanto no es bueno, ahora debes tomarte las cosas con más calma, si no quieres volver a sufrir una recaída. Te voy a preparar un café mientras terminas de mirar esos papeles, luego nos sentamos un poco en el sofá, descansas un rato y me demuestras que ya estas mejor. Le miró de frente y acercó su boca a la de su jefe, pero este no la correspondió como otras veces.
Coral salió del despacho algo enfadada, no comprendía la frialdad del beso, siempre había sido muy apasionado.
Preparó el café (descafeinado); "Desde que sufrió el infarto sólo lo tonaba así," le puso una gota de sacarina, cogió una botella de agua del frigorífico para ella, volviendo al despacho con la bandeja que dejó en la mesa pequeña.
Vamos siéntate aquí, descansa un poco mientras te tomas el café y hablamos, dime ¿qué te pasa? ¿Por qué estás tan frío?, tú me has pedido que me quedara contigo.
Túmbate aquí, si quieres te doy un masaje y te relajas.
Bruno se levantó despacio sin muchas ganas de llegar al lado de Coral. ¡No tenia otra elección debía decírselo y quedarse tranquilo de una vez!
Se sentó fijando los ojos en el café que movía nerviosamente, tomó un sorbo y sin pensarlo mas la confesó lo que hacía tiempo la venía ocultando y ya no podía seguir callando. Ella era incapaz de comprender, si, era cierto que le notaba raro, pero no la parecía tan extraño debido al poco tiempo transcurrido desde el infarto. ¡No podía creerlo!. Siempre habían sido felices, dentro de la anormalidad de su relación, ella nunca le había pedido más.
Reaccionó insultándole, gritándole, entablando una discusión. Su ira iba en aumento y el calor de la discusión también, se levantó, comenzó a pasear por el despacho sin querer comprender lo que sucedía volvió al sofá donde Bruno seguía sentado pero su cara había cambiado.
Tenía los labios crispados y un rictus de dolor en su cara, ella le miró y comprendió lo que estaba sucediéndole, fue hacia el cajón de la mesa donde sabía que él guardaba las pastillas, lo abrió sacó el frasco, para darle una. Con él en la mano se volvió y al ver su mirada suplicante, está la irritó. Mirándole a los ojos le dijo. Ahora ni mío ni de ella. Volvió hacia la mesa, limpió las huellas del frasco con el borde de la camiseta, puso éste en el cajón cerrándolo de nuevo.
Regresó al lado de Bruno que con los ojos muy abiertos la miraba y extendía los brazos hacia ella, le miró cogió la botella de agua el bolso y poniéndose el abrigo le dijo mirándole fijamente a los ojos, espérame en el infierno, dirigiéndose hacia la puerta desde donde volvió, la cabeza para ver como Bruno caía desplomado hacía un lado del sillón. Una especie de ronquido salió de su boca.
Abandonó la oficina dejando las luces encendidas, tiró de la puerta sin echar la llave y se dirigió a la parada del autobús con el cuello del abrigo levantado tapando un poco su cara al tiempo que se resguardaba del frío.
Se levantó cuando el despertador sonó a las 7 de la mañana, entro el baño se dió una ducha y maquilló sin prisa.
Salió a la calle encaminándose a la parada del autobús como todos los días. Al llegar a la oficina vió una ambulancia dos coches de policía y mucha gente arremolinada en la puerta.
Buscó con la mirada, descubrió a Melisa, estaba junto un policía llorando. Coral preguntó que pasaba, el policía la explicó que su jefe estaba muerto en el despacho. Que Melisa, al llegar por la mañana y abrir la puerta le extrañó encontrarse la llave sin echar y las luces encendidas, sospechando que algo raro pasaba, había avisado a la policía.
Cuando está entró, encontraron el cuerpo de Bruno tendido en el sofá sin vida,
Coral se abrazó a Melisa llorando preguntándola si sabía cómo había muerto, sospechaban que había muerto hacía varias horas porque el cadáver estaba ya rígido.
Ella la contó que solo la habían dicho que posiblemente habría sido un infarto, que la policía no la dejó entrar y esperaban la llegada del juez y llevárselo a hacerle la autopsia para determinarlo...
La Reyna Roja
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